miércoles, 4 de noviembre de 2009

A VUELTAS CON KEYNES


Con luminoso criterio, Oscar Wilde predicaba de los americanos que "conocían el precio de todo y el valor de nada"; y aquellos no han desaprovechado, una vez más, la ocasión de demostrarlo con todo éxito. Ya lo hicieron en el 29, cuando en un alarde obsesivo-compulsivo por el crecimiento económico infinito, posicionaron la producción industrial a años luz de la demanda coyuntural, de forma que los excedentes y "estocajes" inundaban las calles y salían por los tejados de las fábricas, mientras que las acciones de las empresas se desplomaban, súbitamente en el mercado ante la falta de competitividad. Y ello, una vez que las inmundicias de la especulación quedaran en evidencia, al haber insuflado un gas perverso en las acciones, provocando que su astronómico precio se asemejara al exiguo valor de las mismas, como un huevo a una castaña. Y tras comprobar el "pobre" inversor haber hecho el canelo, el suicidio era la honorable salida ante la insidia sufrida.

80 años después, el abismo entre precios y valores se ha cebado en la vivienda y su base crediticia, a fuerza de flexibilizar las tasaciones que los dadores de créditos gustaban de justificar con fantaseadas expectativas, con el resultado global que todos conocemos. Solo que esta vez no ha habido suicidios. Los Gobiernos Centrales de los países han llegado con los ungüentos y las cataplasmas al rescate de los febriles bancos-inversores que vieron sus establos llenarse con más moscas que ganado, tras morder el anzuelo del “Tío Caimán”.

En ambos escenarios se ha acudido a "Gandalf" Keynes, al más puro estilo "Santa Bárbara cuando truena". Y tal recurso hacia su persona, en su día en lo álgido de su carrera y ahora "post morten", ha provocado que el mismo fuera considerado (mal considerado), como un economista para las emergencias, pasadas las cuales, las velas del liberalismo económico seguirían espoleando el barco de los mercados, libre ya de la tormenta en mitad del océano, y provocando que la historia de las ideas económicas condenara a Keynes al banquillo de los suplentes, sobre todo a partir de la era Reagan-Thatcher, cuyas reformas Hayekianas sacaron a la economía de la astenia en la que se encontraba peligrosamente instalada.

Sin embargo, en ciertas ocasiones, estudios o publicaciones sobrevenidos y realizados a la luz de nuevas circunstancias, logran hacer justicia y poner al académico en cuestión en el lugar que le corresponde. En este caso dicha reparación viene de la mano del Portavoz de Hacienda del Partido Conservador estadounidense, Robert Skidelsky, (en CLAVES, 196, Octubre 2009) quien en su libro "KEYNES", desmonta uno por uno los mitos injustamente creados en torno al Maestro (INTERVENCIONISTA, NACIONALIZADOR, SER ADICTO AL DÉFICIT, PREDICADOR DEL GASTO ILIMITADO Y CARACER DE UNA TEORIA GENERAL DE LA ECONOMÍA).

El hecho de que el autor se trate de un conservador, supuesto detractor de cualquier clase de socialismo, del que se decía (injustamente) predicaba Keynes, hace aun más loable la restitución de la eficacia y validez de los principios keynesianos. Igualmente, el hecho de que atribuya a ciertos presidentes republicanos (antikeynesianos) el mérito de haber sido los mayores derrochadores de la historia de EEUU, y que fuera precisamente el demócrata Bill Clinton el último conservador en lo fiscal, le otorga a la obra un sesgo de autocrítica y objetividad digno de agradecer.

Es realmente atractivo cómo el autor nos conduce por los principios y paradigmas del pensamiento de Keynes, cuya mención exhaustiva excede del propósito de este artículo, que no es más que compartir mi inquietud en este tema.

Por ello me quedo con el principio que más ha llamado mi atención: para Keynes la Economía no es una ciencia natural, esto es, matemática. La Economía es una ciencia MORAL. La economía moral está gobernada por sencillos principios. La economía natural lo está por complejas elucubraciones incomprensibles y alejadas de cualquier realidad distinta a la del propio lenguaje matemático. La economía matemática convirtió en el 29 el Mercado de Valores en un "mercadeo" de Precios. El abandono de las ideas propias de la Economía Moral provocó la desregulación de las finanzas (un "dejar hacer" ilimitado) y ésta generó a su vez la explosión de crédito (contablemente justificado en su riesgo mediante falsas tasaciones de los patrimonios que le servían de base).

A modo de sinopsis, Keynes sostenía que la presencia de las crisis SIEMPRE era posible en un sistema de mercado "abandonado a si mismo", por lo que su Teoría General se centraba, en lo político, en garantizar el mínimo control que evitara el giro al caos del sistema, para lo cual los gobiernos tendrían que, tras haber inyectado aire a la economía cuando empezara a deshincharse, implementar medidas para evitar la posibilidad de que ocurran nuevas conmociones, como las que provoca la falta de una información sana y veraz a nivel de la calle y el seguidismo por parte de los ciudadanos de las reacciones alarmistas de los agentes, instituciones privadas y especuladores masivos. Dicha reacción del rebaño provoca que ante la conmoción que genera la alarma y la incertidumbre sobre lo venidero, el consumidor deje de gastar y consumir, rompiendo el ciclo natural del círculo económico.

Para evitar tamaño despropósito, Keynes abogaba por reconducir la política económica sobre la base de tres principios éticos: a) la PRUDENCIA: alejarse del alarmismo ante la incertidumbre; b) Decir la VERDAD, y c) fomentar la opinión individual y racional de cada ciudadano para que su reacción se aleje de la de "Vicente, donde va la gente". Keynes afirmaba que "cualesquiera que pudieran ser las consecuencias inmediatas de una nueva verdad, existe una elevada probabilidad de que la verdad llevará a largo plazo a mejores resultados que la falsedad". La verdad otorgará información fiable al agente económico y su reacción vendrá presidida por una dosis mayor de sentido común. Para ello, la información veraz tiene que ser sencilla, constante y fluida, y no emitida histriónicamente ante la crisis o la alarma del momento.

La Economía Moral es intuitiva, y ha de ser expuesta en un lenguaje comprensible para la mayoría de la gente. En este aspecto, la denuncia del ilustre e inmortal John K. Galbraith cobra más relevancia que nunca: El excesivo e incomprensible academicismo de los teóricos de la Economía, (su pérdida de contacto con la realidad "real" y su giro a la matemática) ha hecho que "las ideas económicas están dotadas de una vida y un desarrollo propios: los progresos en la disciplina se dan en un ámbito abstracto".(Por eso aparecen “gurús”).

Dichos principios, PRUDENCIA, VERDAD Y OPINIÓN, son parte medular (la parte ética) de la Teoría General de Keynes, la cual no hay que limitarla a las políticas económicas de los Gobiernos. Constituyen un mandato ético para todos los agentes del sistema, como exigen autorizadas voces de nuestros días, como la de Enrique Gil Calvo, (Sociología, Universidad Complutense Madrid) quien en su artículo "CRISIS CRONICA" (CLAVES 196, oct-2009), manifiesta que:

"…la única forma de prevenir y evitar la posibilidad de que aparezcan nuevas crisis crónicas, es abandonar cuanto antes el objetivo estratégico del crecimiento cuantitativo de la renta para sustituirlo por el principio ético del crecimiento cero. (citando a Hamilton, 2006). Como ha demostrado la Economía de la Felicidad (Layard, 2005) el incremento cuantitativo de la renta personal y colectiva (PIB) solo produce mayor bienestar hasta un determinado umbral, relacionado con el nivel de subsistencia y desarrollo. Pues a partir de ese umbral, las necesidades personales y colectivas ya están satisfechas, por lo que todos los incrementos adicionales ya no producen más bienestar, sino más dependencia del consumo y mayor adicción al acaparamiento acumulador de las últimas novedades. Y la única forma de prevenirlo es cambiar de objetivos personales y colectivos: no buscar mayor nivel de renta, de propiedades y de consumo, sino más calidad vida, lo que implica prescindir del consumismo, el instinto posesivo y el afán acaparador.", actitudes perversas que han llevado al sistema bancario a participar en la orgía crediticia, abandonando la máxima bancaria de "prestar dinero al que no lo necesita", y haciendo bueno, en fin, el aserto atribuido a un famoso banquero, al decir que "aquí el problema es que hay muchos que viven por encima de sus posibilidades y unos pocos que vivimos por debajo de ellas".

Al fin y al cabo, ha sido la consecuencia inmediata de la crisis: abastecerse de lo necesario, y prescindir de lo demás.

Como tantas teorías, normas y principios, los de Keynes, plasmados en una Teoría General, casi universal, fueron diseñados para prevenir....., pero se han empleado (hasta ahora) para paliar, por lo que no es de extrañar que Keynes haya sido malinterpretado y “sanbeniteado”, en cuanto a su desconocida Teoría General y sus axiomas para una economía sana, y centrada en la dimensión ética y moral de los gobiernos, instituciones, agentes económicos y consumidores. Ahí es nada.